La alegría es un bien tan preciado como frágil, algo inmaterial centelleante que nos llena de luz; un amanecer que nos ilumina con una explosión de color que se expande y llena de matices la vida.
Andamos siempre buscando esa sensación que nos colma el espíritu y nos impulsa coloreando nuestros días, unas veces de azul océano o rojo intenso; otras, de verde fresco o de simpáticos amarillos. Paso a paso creamos un cuadro con nuestros colores particulares que, a modo de guía, se convierte en nuestro fiel compañero y aparece cuando lo necesitamos para dar firmeza a nuestros pasos, tantas veces temblorosos.
A veces perdemos esa chispa vivaz que nutre la vida, porque nos enfrentamos siempre a contrastes continuos que se mezclan moviéndose entre la tempestad y la calma, entre la luz y las sombras; a menudo recorremos laberintos caóticos de dudas que nos turban y nos conducen al desánimo.
Pero cuando, de pronto, nos golpea el rayo fulminante de la idea precisa que deshace la confusión y, con su potente luz, nos equilibra anunciando el tranquilo sosiego, esa paz interior que nos da noticia de que tenemos la solución para tomar la decisión correcta; en ese momento los colores de la noche despejan nuestros ojos y aparece una explosión de color que suaviza y matiza la luminosidad del sol recién descubierto y entonces, nos inunda la alegría.
Cómo explicar la potencia de la alegría que, desde su apariencia de simplicidad, es capaz de abrir la conciencia acercándonos a la verdad y la verdad es el rumbo hacía lo justo. La alegría surge de estar en armonía con lo justo, principio de la belleza, porque la belleza, que es el más invisible de los dones, no es posible sin lo justo.
Al alba doy tu nombre,
hija de la noche,
amanecer insistente,
fulminante rayo
que abre la mañana.
Mirándote adivino
el ligero temblor
de los árboles,
siguiendo
el compás de la brisa,
al inicio del instante
que encarcela la emoción
de inaugurar la luz.
Aliada del viento,
siempre en marcha,
sin detener tu paso
renuevas,
con los golpes de la vida,
tu escultura.
Eres el mar en estado puro:
arquitectura transparente,
rehaciéndose,
en un vaivén secreto,
derramándote;
altanera,
esparces tus perfumes
con tu poderío de ala blanca
e inmediatamente,
te bates en retirada
sin dejar los pies.
Al alba doy tu nombre
porque eres,
voluntad de mañana.
Copyright Florentina Gómez Guasp
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