Sumida en la multitud, observo a la gente y, en el fugaz encuentro con las miradas, descubro el miedo y la incertidumbre del naufrago. ¡Qué pocos tienen la mirada clara y limpia de la alegría! Semejan seres ausentes de sí, zozobrando, abatidos por el peso de las consignas que flotan en el aire, repetidas con un martilleo constante, de modo que se hacen tan cotidianas que adquieren apariencia de verdad y arrastran a una indolencia mental, tan cómoda como inquietante. Ya casi nadie se detiene a analizar qué hay detrás de tanta palabrería que adormece el pensamiento y obstruye la labor genuina del intelecto encaminada desvelar el porqué de las cosas.
Nos bombardean con consignas que hurtan el espacio libre de la conciencia e imponen una realidad ajena a nuestro sentir; una realidad con apariencia de dogma en la que la línea que separa lo que está bien de lo que está mal queda difuminada por un conjunto de parlas que nos conducen a un estado confuso de inmadurez e infelicidad.
Debemos tener el valor y la capacidad de analizar todas las situaciones con libertad de pensamiento, sin trabas que dificulten el raciocinio, de modo que podamos acercarnos, cuanto sea posible, a la verdad objetiva. Y así, tomar aquellas decisiones que nos ayuden a mejorar nuestra vida y alcanzar el mayor grado de felicidad posible, que siempre viene de la mano de lo justo y lo bueno. De lo contrario, corremos el riesgo de dejar de ser ciudadanos y convertirnos en súbditos esclavizados por discursos ajenos.
Para tener la capacidad de análisis necesaria para comprender mejor el mundo en que vivimos nos sirve de apoyo el conocimiento acumulado por la humanidad a través de los siglos recogido en los libros: los libros son los mejores amigos.
Confiados en la falaz inmovilidad
observamos, con rosto impasible
y pausada indiferencia,
como se apareja el siniestro navío
que conduce al miedo.
Distraídos por firmes convicciones
no advertimos sus fauces violentas
ni los tenebrosos augurios
de su incisiva proa.
¡Estamos tan embebidos y cegados
por la cotidiana seguridad!,
siempre engañosa,
tan fiados en nuestra idea de futuro,
que ignoramos, con incauto desdén,
el delicado momento
en que infla su poderoso velamen,
¡es apenas un instante!,
y ya solo existe su premura,
su insólita rapidez para llevar la nave
a sus opacos dominios
preñados de agitados mares
y engañosas calmas,
presagio de las confusas borrascas
que le son propias.
Presos ya en él, desasistidos,
navegamos, abatidos, a la deriva
sin brújula ni propósito,
manejados por el absurdo rapto frenético
de sus razones amenazantes.
Es extraño, casi siempre lo intuimos,
notamos su sigilosa y creciente proximidad,
su turbulenta y fría red
ahogando el germen de la alegría;
mas, igual que almas derrotadas,
elegimos desdeñar
las señales que anuncian su ferocidad.
Acomodados en nuestra razonable idea
dejamos pasar el tiempo sin tomar en cuenta
los terribles vaticinios que muestran los actos
que alberga su sombría naturaleza.
¡Pobres vencidos caminando ya sin vida propia!
“La sombra impía del miedo” Poema -I-
Copyright Florentina Gómez Guasp
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